4 jun 2012

La Explicación como Unificación: Kitcher « Internauta Sin Pauta

La Explicación como Unificación: Kitcher
Posted: 4 junio, 2012 in Ciencia, Filosofía
Etiquetas: Ciencia, Epistemología, Explicación Intencional, Filosofía, Kticher, Modelo de Unificación
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El modelo de explicación de Kitcher

Algunas de las teorías de la explicación científica parten, no del establecimiento de la estructura lógica requerida (Hempel, Salmon), sino de la introducción de algún criterio epistemológico a partir del cual se puedan evaluar las explicaciones de un fenómeno dado.

Tal es el caso de P. Kitcher, para el que el valor explicativo de una teoría reside en su poder unificador. Esta idea, según Kitcher, se encuentra en la versión no oficial de la concepción heredada sobre explicación científica frente a la oficial del modelo de ley cubriente o modelo nomológico-deductivo. Incluso podríamos encontrar este criterio, de forma implícita, en otras concepciones sobre la explicación científica, pero es Kitcher quien formaliza y define con rigor este criterio.

El análisis del poder unificador de las leyes y teorías científicas supone la introducción de una serie de conceptos previos que Kitcher define con precisión. Así, en un momento de la historia de una disciplina puede delimitarse:

K: el conjunto de sentencias aceptadas y supuestamente consistentes

Almacén explicativo: es el conjunto de argumentos disponibles para llevar a cabo los propósitos explicativos.

E(K): es el almacén explicativo formado a partir de K. Podemos definirlo como el conjunto de argumentos aceptables , o sea, como la base para los actos de explicación en que las creencias son exactamente miembros de K.

Una teoría unifica nuestras creencias cuando proporciona un/os patrón/es de argumentos que puedan ser utilizados en la derivación de un amplio número de sentencias que aceptamos. Por tanto, la noción de patrón argumentativo es fundamental para la unificación.

Entender el concepto de explicación es ver que si se acepta un argumento como explicativo, entonces uno se compromete a aceptar como explicativo otros argumentos que son instancias del mismo patrón argumentativo. El problema de la explicación es especificar qué conjunto de argumentos tenemos que aceptar para explicar un fenómeno, dado que sostenemos que una serie de sentencias son verdaderas.

Según Kitcher, una teoría de la explicación debe cumplir los siguientes requisitos:

En primer lugar, deseamos entender y evaluar el reclamo ampliamente extendido de que las ciencias naturales no nos brindan meramente un apilamiento de aspectos de conocimiento inconexos con mayor o menor significación práctica; por el contrario aumentan nuestro conocimiento del mundo. Una teoría de la explicación debe mostrarnos cómo la explicación científica incrementa nuestro conocimiento.

En segundo lugar, una teoría de la explicación debe permitirnos ser capaces de comprender y arbitrar en las disputas de la ciencia del pasado y del presente. A menudo se realiza una defensa de las teorías embriogénicas apelando a su poder explicatorio. Una teoría de la explicación debe ser capaz de juzgar lo adecuado de dicha defensa.

Kitcher considera que su teoría de la explicación como unificación se encuentra en inmejorables condiciones para dar respuesta a ambos requisitos. Aunque él mismo reconoce que la tarea es ardua, se limita a diseñar el marco dentro del cual emerge esta noción de unificación: una teoría puede unificar nuestras creencias cuando nos provee de uno o más patrones de argumentación, los cuales pueden ser utilizados en la derivación de un gran número de proposiciones cuya aceptación para nosotros se encuentra justificada. Pero esta propuesta se encuentra a otro tipo de problemas: ¿del hecho de que una teoría explique una diversidad de fenómenos, en el sentido de patrones de unificación, se sigue que tenemos razones para aceptarla?¿Cuál es el vínculo que se establece entre la noción de patrones de unificación y por ejemplo, el concepto de verdad o el de adecuación empírica?

Aparte de las posibles críticas que puedan hacérsele a Kitcher, el mismo reflexiona en un pie de página evitando muchas de esas posibles críticas:

“Creo que esta concepción de la explicación presentada en el presente artículo podría extenderse para cubrir respuestas explicativas a otros tipos de preguntas, tales como preguntas de cómo. Pero quiero rechazar la afirmación de que la unificación es pertinente para todo tipo de explicación”

Esto quiere decir que un caso histórico que no encaje con este criterio no constituye un contraejemplo para Kitcher.

La intuición básica que inspira el modelo de explicación como unificación es que explicar consiste en “reducir la cantidad de fenómenos independientes que tenemos que aceptar como últimos”. Aumentamos nuestra comprensión del mundo reduciendo el número de supuestos básicos que dan cuenta de los fenómenos. Las leyes de Newton explican las de Kepler porque, además de implicarlas, reducen la cantidad de regularidades que se aceptan independientemente unas de otras: antes de la explicación, las leyes de Kepler y, p.e., la de Galileo eran aceptadas independientemente unas de otras, después no; la reducción de la temperatura a la energía cinética media amplía todavía más ese proceso de unificación explicativa. Contrariamente, la mera conjunción de, p.e. las leyes de Kepler con la de Boyle no es una explicación de las primeras porque no produce ese efecto unificador, no permite simplificar la cantidad de supuestos primitivos. Esta noción de explicación está esencialmente relativizada a un cuerpo K de creencias aceptadas en un momento dado, y exige una elucidación precisa de la independiente aceptabilidad entre creencias. Quien ha desarrollado con más detalle este modelo ha sido P. Kitcher mediante sus nociones de patrón argumentativo y “almacén” explicativo (‘explanatory store’) (1981,1989, 1993), caracterizando el poder unificador en función de:

la cantidad de fenómenos derivados por el conjunto de patrones argumentativos,

el rigor de los patrones y

el número de patrones.

Simetría, irrelevancia y horquillas

El modelo unificacionista tiene su propio modo de dar cuenta de los casos de simetría, irrelevancia y horquillas. La estrategia es mostrar que, dadas dos inferencias alternativas, será explicativa la que pertenezca a la sistematización más unificadora, y que esta comparación arroja en los casos en consideración los resultados intuitivamente esperados.

Horquillas: la sistematización que deriva la bajada del barómetro y la ocurrencia de la tormenta a partir del descenso de la presión es más unificadora que la que deriva la ocurrencia de la tormenta a partir del descenso del barómetro.

Simetría: la altura del mástil explica la longitud de la sombra y no al revés pues dadas dos sistematizaciones, una que contenga inferencias que parten de la altura del mástil y conducen hasta la longitud de la sombra, y otra que contenga inferencias que proceden al revés, la primera es más unificadora que la segunda; si la segunda no tiene otro tipo de inferencias, pierde algunas conclusiones pues no podrá establecer, p.e. la altura de mástiles de noche, o en días nubosos, etc; para recuperar esas conclusiones debería de introducir nuevos patrones argumentativos.

Irrelevancia: una sistematización que contiene derivaciones del no embarazo de Juan usando como premisa que Juan toma pastillas anticonceptivas no puede ser la mejor pues, o bien no explica que otros varones que no toman pastillas tampoco se quedan embarazados, o si lo explica deberá introducir nuevos patrones que también se aplicarán a Juan, con lo que podríamos prescindir de las primeras inferencias obteniendo una sistematización con menos patrones, más unificada.

Como reconoce Kitcher, estos dos últimos casos requieren que las sistematizaciones no usen predicados no proyectables.

El modelo unificacionista no sólo aplica a hechos generales

Aunque el modelo unificacionista se aplica más naturalmente a explicaciones de hechos generales, se puede aplicar también a hechos particulares considerando estos casos derivativos de aquellos: “La pregunta ‘¿por qué este objeto particular se comporta de este particular modo?’ es transformada en la pregunta ‘¿por qué objetos ideales de este tipo general exhiben esas propiedades?’”.

Por otro lado, para este modelo no representan en principio ningún problema las explicaciones de hechos probabilistas, siempre que se puedan inferir de ciertos patrones, ni las explicaciones intuitivamente no causales, pues no se compromete con ningún tipo de mecanismo específico que expresen los patrones argumentativos. El modelo unificacionista debe afrontar, principalmente, dos retos. El primero es el de proporcionar un criterio adecuado de ponderación entre los parámetros (a)-(c) que determinan la simplicidad comparativa. El segundo es el de recoger un sentido suficientemente fuerte de la objetividad de las explicaciones.

Acabamos de ver que para descartar, por ejemplo, la explicación del no embarazo de Juan a partir de su ingestión de anticonceptivos, debemos excluir que la sistematización use predicados no proyectables. Sin embargo, la elucidación independiente de cuándo un predicado es proyectable o natural constituye un problema en sí mismo. Para unos ello nos retrotrae al problema de la causalidad, en cuyo caso estaríamos implícitamente ante análisis causalistas, que serán realistas o antirrealistas dependiendo de cómo se analice a su vez la causalidad. Para otros, tal elucidación sólo puede ser epistémica o pragmática, en este caso el análisis suele ser, aunque no siempre se reconozca, de corte antirrealista.

Compatibilidad con Van Fraassen

Vamos ahora a explorar las diversas posibilidades de compatibilidad entre ambos modelos. Para ello utilizaremos ocasionalmente el esquema que van Fraassen (1977) ofrece de los contextos explicativos, esquema que pone de manifiesto los diversos parámetros involucrados en una explicación y que cada modelo fija de un modo específico. Cada uno de tales contextos consiste al menos en una pregunta por qué, por ejemplo,“¿por qué Adán comió la manzana?”, “¿por qué el alcalde contrajo paresis?”. Esta pregunta es el tema. Con el tema sólo, sin embargo, no basta, pues no expresa el aspecto por el que se demanda explicación. En el primer caso, por ejemplo, tenemos tres alternativas: “¿por qué Adán (y no Eva, o la serpiente, o…) comió la manzana?”, “¿por qué Adán comió (y no rechazó, o …) la manzana?”, “¿por qué Adán comió la manzana (y no una pera, u otra manzana, o …)?”. Así, junto al tema debe incluirse (usualmente de modo implícito determinado por el contexto), una clase de alternativas, la clase de contraste, frente a las que se contrapone el hecho por cuya razón se inquiere: “¿por qué α , contrariamente a ß1, ß2,…?”. En opinión de Van Fraassen, el tema α y la clase de contraste X no bastan, sin embargo, para identificar completamente la demanda de explicación pues, incluso fijada X, puede haber varios tipos de respuesta adecuada dependiendo de qué relación se considere en ese contexto que es la relevante para poder considerar a una respuesta una explicación adecuada. Hasta que el contexto no determina el tipo de respuesta que se considera explicativa la demanda de explicación está indeterminada.

Junto con el tema y la clase de contraste hay que incluir entonces una relación de relevancia explicativa, R. Así, podemos representar un contexto explicativo mediante una terna Q=<α, X, R >, donde α es el tema y X y R son, respectivamente, la clase de contraste y la relación de relevancia explicativa determinadas por el contexto. En algunos contextos, como los científicos en períodos de ciencia normal, están fijados con bastante rigidez, pero en otros pueden ser muy variables.

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