Las llamadas “tierras raras” ni son tierras, ni son raras; son un conjunto de metales relativamente abundantes pero con unas propiedades químicas muy extrañas (de ahí la denominación de “raras”) que los hacen muy útiles para la electrónica y la alta tecnología.
El nombre de tierras raras se da a los metales del grupo de los lantánidos, unos metales que son muy reactivos por lo que se oxidan y forman compuestos con mucha facilidad, lo hace que la extracción y el refinado resulte muy complejo y costoso. De hecho, hasta la segunda mitad del S.XIX no se consiguió aislar por primera vez los elementos de esta familia.
Debido a lo costoso que resultaba extraerlos la industria no se fijó en ellos, hasta que hace pocos años se descubrió que sus extrañas propiedades resultaban muy útiles en el mundo de la alta tecnología; así, las tierras raras se han convertido en elementos imprescindibles para fabricar pantallas planas, ordenadores, teléfonos móviles, motores y generadores eléctricos, … No es ninguna exageración decir que el mundo moderno se ha construido sobre las tierras raras.
Pero, como explico al principio, estos metales son muy difíciles de obtener; las concentraciones de lantánidos en los minerales que extraemos de la tierra son muy bajas, lo que significa que hay que remover muchas toneladas de mineral para extraer unos pocos kilos de metal; además, separar el metal del mineral exige tratamientos muy complejos y muy contaminantes. Esto significa que el liderazgo en la producción de estos metales será para aquellos países que combinen una legislación medioambiental muy laxa con una mano de obra barata.
Y ahora la pregunta del millón: ¿Que país cumple ambas condiciones a la perfección? Si, se trata de China. En estas condiciones, no debe sorprendernos que el gigante asiático sea el responsable del 96% de la producción mundial de tierras raras.
Esta posición de dominio tan aplastante le ha dado a China un poder enorme, que está empezando a ejercer. Así, hace unos meses China decidió reducir las exportaciones de lantánidos, con el objetivo de limitar la capacidad de producción de las industrias del resto del mundo, favoreciendo así a su propia industria, la única que tendrá asegurado el suministro.
Por si esto fuera poco, en las últimas semanas el gigante asiático ha empezado a utilizar su control sobre las tierras raras como arma política; así, en septiembre el gobierno chino ordenó un embargo contra Japón, en represalia por el apresamiento por patrulleras japonesas de un pesquero chino, y hace apenas unos días se ordenó un embargo igual contra Estados Unidos, en represalia al anuncio del gobierno de Obama de investigar determinadas prácticas comerciales del gigante asiático, prácticas que violan los acuerdos de libre comercio.
¿Como han reaccionado ambos países a este embargo comercial? Parece que las compañías japonesas han tenido la precaución de acumular reservas de lantánidos, con lo que están en condiciones de resistir el embargo durante algún tiempo; aun así, Japón ha puesto en marcha un plan de reciclaje de componentes electrónicos. Las empresas estadounidenses parece que no han sido tan previsoras, con lo que el embargo puede asfixiarlas.
¿Y que hacer ahora? La solución obvia es abrir minas en otros países para crear fuentes de abastecimiento al margen de China, pero se calcula que este proceso llevará un mínimo de entre diez y quince años. Otra solución es desarrollar tecnologías que no necesiten tierras raras; por ejemplo, en los motores eléctricos se pueden utilizar electroimanes en lugar de imanes permanentes de neodimio, pero estos últimos son mucho mas ligeros, con lo que en aplicaciones donde el motor deba ser pequeño los electroimanes no son una solución adecuada.
Desgraciadamente, los motores eléctricos son solo una de las miles de aplicaciones de estos metales y para la mayoría encontrar una alternativa, en el caso de que exista, requerirá años de investigación.
En pocas palabras, en estos momentos la única solución viable es presionar a China para obligarle a dar marcha atrás en su política de acaparar las tierras raras, algo que tampoco es trivial porque el gigante asiático es “la fábrica del mundo”, el país donde están las fábricas que producen buena parte de los bienes que consumimos.
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