Después de discutir los problemas filosóficos y de analizar las paradojas del viaje en el tiempo, nos resta comentar acerca de las dificultades teóricas y prácticas que implican las diferentes “máquinas del tiempo” que los físicos han formulado. Naturalmente, la palabra máquina no es del todo adecuada: la Relatividad nos dice que son los fenómenos gravitatorios los que distorsionan el tiempo, no aparatos mecánicos, circuitos electrónicos o cosas por el estilo, como antiguamente imaginaban los escritores.
Einstein pasó por este mundo para mostrarnos que el modo en que funciona el universo es radicalmente distinto de lo que intuitivamente creemos. Probablemente, mucho más extraño que las mejores obras de ciencia-ficción. Estrellas supermasivas que colapsan hasta la nada, regiones del espacio que se curvan hasta el infinito, diminutas masas que liberan inconmensurable energía, tiempo que se dilata, retuerce e incluso detiene. ¿Pero, qué clase de universo es el nuestro? ¿Las leyes de la Física enloquecieron? Quizá el aspecto más desconcertante de la Relatividad General, es que también permite sin reparos la posibilidad de viajar al pasado. A Einstein siempre le aturdió este hecho, si bien sabía que las tecnologías implicadas para tal fin estarían muy lejos de los alcances de nuestra civilización. Pero, ¿qué tan lejos lo están? ¿Cuáles son exactamente las dificultades de las máquinas del tiempo? ¿Son sólo prácticas, o también teóricas?
Diagrama de un agujero de gusano en un espaciotiempo de dos dimensiones. Hablaremos de él más abajo.
Un comentario: este artículo requiere una lectura calma y pausada. Intentar leerlo de un tirón probablemente no tenga mucho sentido.
Al principio, los físicos se vieron obligados a recurrir a situaciones imposibles o improbables, que jamás podrían llevarse a la práctica, para ejemplificar cómo se podría viajar en el tiempo, según la Relatividad General. Una de las primeras máquinas del tiempo, fue la planteada en 1937 por el físico Willem van Stockum. Sus cálculos indicaron que la única forma de lograr una curvatura del espaciotiempo que permitiera viajar al pasado, sería por medio de un enorme cilindro de alta densidad, girando a velocidades espectacularmente elevadas, cercanas a la de la luz. Al rotar, el cilindro arrastraría consigo el espacio y el tiempo, deformándolos de un modo particular:
Imaginemos que un observador decidiera emprender un viaje en torno al cilindro. Al avanzar sobre su trayectoria, no notaría nada fuera de lo normal. Pero en un momento dado, se toparía con alguien que está a punto de emprender un viaje… que es él mismo, antes de haber partido. Es decir, se generaría lo que en Física se llama una curva temporal cerrada (que desde ahora abreviaremos como CTC), un tipo de trayectoria en donde el tiempo forma un bucle y se cierra sobre sí mismo. Sin embargo, los cálculos de van Stockum indicaban que esto ocurriría únicamente si el cilindro tuviese una longitud infinita. Y obviamente, algo así sería imposible de llevar a cabo.
El siguiente paso lo dio Kurt Gödel, en 1949, cuando descubrió que si el universo entero estuviese en rotación, habría CTCs por doquier: con estas características, el universo mismo sería una gran máquina del tiempo. Sin embargo, hoy sabemos que el universo no rota, sino que se expande. Luego, en 1963, Roy Kerr planteó que un agujero negro en rotación (¡sí, otra vez rotación!) podría originar CTCs, que crearan una situación parecida al cilindro de van Stockum, pero más realista. Sin embargo, Kerr era consciente de que si algún intrépido observador se acercase a este tipo de agujero negro con la ilusión de viajar en el tiempo, antes su cuerpo sería espeluznantemente destrozado por la intensísima gravedad, aun estando miles de kilómetros lejos. A Hawking le gusta llamar a este efecto como “espaguetización”: el cuerpo del desafortunado observador se estiraría varios kilómetros.
Todos estos fracasos de las ‘máquinas del tiempo’, hicieron pensar durante muchos años que, si bien la Relatividad avala explícitamente la posibilidad del viaje al pasado, probablemente no exista método alguno para llevarlo a la práctica. No fue sino hasta 1989, cuando el debate se reabrió (y más fervientemente que nunca) a partir de los trabajos fundamentales de Michael Morris, Kip Thorne y Ulvi Yurtsever. Para entender cuán importante fue lo que hicieron, debemos recordar lo siguiente:
Al poco tiempo que Einstein y Rosen descubrieran en 1935 cómo la Relatividad permite la existencia de agujeros de gusano (recordemos, el tipo de deformación del espaciotiempo que conecta puntos distantes a través de un ‘túnel’, como muestra la imagen del comienzo) los físicos se dieron cuenta de que éstos serían muy inestables, y se cerrarían inmediatamente antes de que nada pudiera atravesarlos. A partir de entonces, los agujeros de gusano fueron totalmente descartados.
Lo que descubrieron Thorne y sus colegas, para sorpresa de todos, fue un nuevo tipo de agujero de gusano que podría ser estabilizado y utilizado como máquina del tiempo. La estabilización, sin embargo, traería consigo curiosos y extraños problemas. Antes de hablar de ellos, debemos ver de qué modo este fenómeno podría emplearse como máquina del tiempo. A Thorne se le ocurrió un experimento mental para ilustrarlo:
Imaginemos que contamos con un agujero de gusano, cuyo cuello (la longitud del túnel) no es mayor que unos centímetros. ¿Qué aspecto tendrían las bocas? En realidad, no serían precisamente agujeros, sino más bien esferas. El diagrama del comienzo muestra que si el espacio tuviera dos dimensiones, las bocas de agujero de gusano serían circulares. Pero como nuestro universo tiene tres dimensiones de espacio, las bocas serían esferas. A través de una, emergería la radiación (luz) que ingresa por la otra, lo que quiere decir que podríamos ver el paisaje de la región en donde se encunentra la otra boca.
Supongamos que al principio ambas bocas están reunidas, y que un observador, llamémosle Albert, decide llevarse una de ellas en un vehículo que le permite trasladarse a velocidades muy próximas a la de la luz. Mientras tanto, otro observador, llamémosle Kip, se queda en su casa con la otra boca del agujero de gusano. El hecho de que las bocas se separen en el espacio, no significa que el cuello que las une se alargue, como se puede apreciar en la siguiente animación:
No debemos interpretar la altura del cuello como una dimensión de espacio adicional. Es simplemente una analogía para ayudarnos a visualizar el agujero de gusano.
Al moverse a velocidades cercanas a la de la luz, Albert experimentará los efectos relativistas, como la dilatación del tiempo. Lo interesante es que cada uno puede asomarse por el agujero y espiar lo que sucede con el tiempo del otro.
De acuerdo con la Relatividad Especial, cuando dos observadores se mueven el uno con respecto al otro, cada uno notará que es el tiempo de su compañero el que fluye más lento, y no el tiempo propio. Entonces, si alguno se asomara por la boca del agujero de gusano, ¿qué vería?, ¿vería al otro congelado?, ¿vería al otro moverse en ‘cámara rápida’? Supongamos que durante todo el viaje, las manos de Kip y Albert permanecen estrechadas a través del agujero. Cuando Albert adquiere una velocidad cercana a la de la luz, ¿acaso Kip notará que la mano de Albert está cada vez más rígida?, ¿al asomarse por el agujero lo verá moverse en cámara lenta y pronunciando palabras inentendiblemente dilatadas? Es más, ¡Kip podría atravesar completamente el agujero y estar en el mismo sistema de referencia que Albert, pero con distinto ritmo de tiempo!
Sin embargo, nada de esto sucedería en realidad. Cuando alguno se asomase por el agujero de gusano –explica Thorne–, vería que el tiempo de su compañero fluye de la misma manera que el tiempo propio. ¿Por qué? De acuerdo con el cuello del agujero de gusano, ambos están en el mismo sistema de referencia; ambas bocas están en reposo una con respecto a la otra, y no experimentan movimiento relativo, ni por tanto dilatación del tiempo. No obstante, observados externamente, desde el espacio normal, sí experimentan movimiento relativo y dilatación temporal. Es ahora cuando empiezan a ocurrir cosas verdaderamente extrañas.
Supongamos que Albert parte con su nave a las 00:00 horas del día 1 de enero del año 2100. Él se aleja de la Tierra a una velocidad muy cercana a la de la luz, durante 5 horas medidas en su tiempo propio. Luego da la vuelta y regresa a casa, lo que le lleva también 5 horas. Según el tiempo de Albert, entonces, el viaje de ida y vuelta duró en total 10 horas. Kip mantuvo su mano estrechada con él durante todo el viaje. A las 10:00 horas, Kip ve a través del agujero que Albert efectivamente ha llegado: detrás de él se puede ver el patio de la casa. Kip sale ansioso al patio, pero no ve a nadie; ni Albert ni la nave están. Como Kip había estudiado Relatividad, se da cuenta de lo que está sucediendo: toma un potente telescopio y observa que la nave de Albert todavía se está alejando de la Tierra en su viaje de ida, un viaje que, medido desde la Tierra duraría 10 años.
Consciente de ello, Kip continúa con su vida, hasta que en su sistema de referencia llega el año 2110 y Albert aterriza. Kip se acerca y descubre que, en efecto, Albert envejeció 10 horas, no 10 años. Además, observa que Albert tiene un brazo introducido en el agujero de gusano, estrechando la mano con alguien… Al acercarse más, Kip encuentra que ese alguien es él mismo, 10 años más joven, sentado en la sala de estar de su casa el 1 de enero de 2100. De hecho, si Kip-viejo atravesara el agujero, acabaría 10 años en el pasado; de la misma forma que si Kip-joven lo hiciera, acabaría 10 años en el futuro. De este modo, gracias a la dilatación del tiempo de la Relatividad Especial, el agujero de gusano se habría convertido en una máquina del tiempo. Pero notemos que no habría modo alguno de utilizarlo para viajar a un momento anterior al año 2100, que es cuando se originó la CTC, en nuestro ejemplo.
Aunque la Relatividad contempla todas estas posibilidades, existen serias dificultades. Más arriba mencionamos el problema de la estabilización del agujero de gusano. Thorne y sus colegas encontraron que para que no colapsara, habría que generar de algún modo una curvatura del espaciotiempo opuesta a la que produce la materia ordinaria, es decir, un tipo de repulsión gravitatoria que desde adentro mantuviese el agujero estable. La masa y la energía tal como las conocemos curvan el espaciotiempo de un modo positivo: esto es lo que llamamos atracción gravitatoria. Para producir el efecto contrario, o sea, una curvatura negativa, sería necesario emplear energía negativa.
¿Pero qué significa que sea negativa? Por ejemplo, un objeto en movimiento tiene asociada una energía (cinética) que es mayor cuanto más rápido se mueve, y cero cuando el objeto está quieto. Decir que la energía es negativa, ¡sería decir que el objeto se mueve más lento que estando quieto! Absurdo. No obstante, la Mecánica Cuántica revela que, por más estrafalario que suene, la energía negativa puede existir en ciertas situaciones. De hecho, a partir de la mitad del siglo XX, los físicos la producen en laboratorios, aunque en muy pequeñas cantidades, gracias al famoso efecto Casimir, descubierto por Hendrik Casimir:
Recordemos que el Principio de Indeterminación de Heinsenberg nos dice que, en intervalos de tiempo minúsculos, la energía está indeterminada y fluctúa aleatoriamente. Como habíamos visto en otra ocasión, esto implica que no puede existir el espacio vacío como tal, sino que siempre habrá fluctuaciones energéticas cubriéndolo todo, incluso la habitación la que tú estás leyendo esto, el interior de tu cuerpo, etc. Naturalmente, la suma de estas fluctuaciones al fin y al cabo es cero (si no, observaríamos tazas de café que se calientan espontáneamente, libros que vibran, y cosas así).
Supongamos que enfrentamos dos espejos diminutos, a una distancia muy pequeña. Fuera del espacio que encierran los espejos, las fluctuaciones –imaginémoslas como ondas– pueden tener cualquier longitud de onda, es decir, pueden tener la energía que se les dé la gana. Pero en la región entre los dos espejos, no puede haber cualquier tipo de onda, sino únicamente las que “entran justo” (más precisamente, las que tienen un número entero de longitudes de onda entre espejo y espejo. Si la distancia entre ellos es un poquito más o un poquito menos que un número entero de longitudes de onda de una onda, ésta se cancelará luego de algunas reflexiones).
Aquí está la clave del asunto. En medio de los espejos la densidad de la energía es menor que fuera de ellos. Y si, como dijimos, afuera la suma de las ondas es cero, entre los espejos la energía tendrá una densidad negativa. Literalmente, si decimos que en el espacio vacío no hay nada, en esta región del espacio habría menos que nada. Como las fluctuaciones exteriores son más fuertes, producen un empuje que hace que los espejos se junten. Éste es el efecto Casimir, y se ha comprobado. De esta manera, conseguimos la energía negativa que estábamos buscando. Pero… ¿cuánta? Evidentemente una cantidad minúscula. Hoy no se conoce ningún método para generar una cantidad mayor, que pueda ser acumulada para emplearla en la estabilización de un agujero de gusano, y así construir la primera máquina del tiempo de la historia.
El hecho es que un problema: las leyes de la Física dicen que cada pulso de energía negativa es compensado inmediatamente por uno de energía positiva, anulándolo. Uno podría preguntarse, ¿no existe alguna forma de “atrapar” la energía negativa, antes de que sea anulada por la positiva? Los físicos Lawrence Ford y Thomas Roman investigaron muchos años esta cuestión, y concluyeron que el mismo acto de separar un pulso de energía negativa implica la intervención de energía positiva, que anularía necesariamente a la negativa. Podemos comparar la energía negativa con un préstamo de dinero, aunque con esta particularidad: cuanto mayor sea la cantidad de dinero que pedimos, menor será el plazo de devolución, a tal punto que ni nos dará tiempo para gastarlo.
De acuerdo, pero uno está en pleno derecho de preguntarse ¿cuánta energía negativa se necesitaría exactamente para estabilizar un agujero de gusano? La respuesta es perturbadora. El matemático Matt Visser calculó que para mantener abierto un metro el cuello de un agujero de gusano, haría falta energía negativa de una magnitud equivalente a la energía que producen diez mil millones de estrellas durante un año. Thorne era consciente de este hecho, así que de antemano suponía que la opción más factible sería utilizar no energía, sino materia negativa. De acuerdo con la famosísima ecuación E=mc2, la masa es una forma muy condensada de energía, lo que significa que se necesita mucha menos masa para producir la misma curvatura del espaciotiempo que una enorme cantidad de energía.
La materia negativa (más técnicamente, de densidad de energía negativa) sería distinta de todo lo que hasta hoy se conoce. Como produciría repulsión en vez de atracción gravitatoria, un objeto constituido por esta materia literalmente se caería hacia arriba. A este tipo de materia se la denomina materia exótica, y se cree que posiblemente no exista, aunque no hay nada que lo demuestre. Hasta en el mejor de los casos, la cantidad de materia exótica necesaria para estabilizar un agujero de gusano seguiría siendo abrumadora: aproximadamente la masa de nuestro Sol.
Más allá de estas dificultades, el factor clave que requiere un agujero de gusano para convertirse en una máquina del tiempo, es que una de las bocas sea transportada a velocidades cercanas a la de la luz, y esto es severamente complicado. Incluso las naves espaciales más veloces que hasta la fecha se construyeron, son cientos de miles de veces más lentas que la luz. El combustible requerido para alcanzar velocidades tan fantásticas, sería monstruoso. Por suerte, conocemos bien cuál es el combustible más eficaz de todo el universo: la antimateria (no confundir con materia exótica). La antimateria es muy escasa en el universo, y producirla es muy costoso. Si una pequeña porción de antimateria entra en contacto con una de materia ordinaria, se libera una increíble cantidad de energía, de acuerdo otra vez con la ecuación E=mc2. Como la velocidad de la luz (c) es muy grande (más de mil millones de kilómetros por hora), al multiplicarla (encima su cuadrado) por una pequeña cantidad de masa, obtenemos muchísima energía, que de ser controlada podría ser usada como combustible para naves super-eficientes.
Por ejemplo, una moneda hecha de antimateria podría satisfacer los gastos energéticos de 60 viajes a la Luna. El problema está en que ¡producir antimateria con la tecnología actual requiere más energía que la que ella brinda! Si no podemos transportar la boca de un agujero de gusano a velocidades tan altas, existe otra opción quizá más realista, que es la que propusieron Igor Novikov y Valery Frolov en 1990: llevar la boca cerca de un campo gravitatorio lo suficientemente intenso, para que su tiempo atrase por la dilatación gravitatoria. Generalmente se habla de una estrella de neutrones, ya que es uno de los objetos más densos del universo, y que consecuentemente haría que el proceso de dilatación sea más breve. Dejando una de las bocas cerca de estas estrellas, el tiempo transcurriría alrededor de 3 segundos por cada 10 medidos desde el exterior. Es decir, si dejáramos allí la boca unos 10 años, para ella habrían pasado sólo 3, y obtendríamos una máquina del tiempo que permitiría viajar 7 años al pasado… y volver. Pero… ¿dónde está la estrella de neutrones más cercana? ¡Entre 250 y 1000 años-luz lejos de la Tierra!
Por otro lado, existe otra dificultad: ¿cómo rayos se forman los agujeros de gusano? En realidad, no existen razones para creer que se forman de un modo natural en el universo. Con los agujeros negros es distinto: son una consecuencia inevitable del colapso de estrellas muy masivas. Pero no se conoce ningún proceso análogo cuyo resultado sea la formación de un agujero de gusano. Para ‘fabricar’ uno, los físicos especulan en torno a dos métodos, principalmente: el método cuántico, y el método clásico. Veamos en qué consisten.
En 1955, John Wheeler dedujo que a escalas fantásticamente pequeñas, del orden de 10-33 centímetros (esta escala se llama Longitud de Planck), las fluctuaciones energéticas del vacío hacen que el propio espaciotiempo burbujee como agua hirviendo. Este fenómeno recibe el nombre de espuma cuántica. Cuando Einstein desarrolló su teoría, imaginaba el espaciotiempo suave y continuo, como el agua calma de un lago. Pero la Mecánica Cuántica nos muestra que eso es sólo una apariencia aproximada. A escalas suficientemente ridículas, el espaciotiempo que nos rodea está fluctuando turbulentamente, a tal punto que deberían formarse mini agujeros de gusano y desvanecerse casi de inmediato.
Para fabricar un agujero de gusano por el método cuántico, entonces, habría ampliar de algún modo uno de estos mini agujeros de gusano que están en todas partes. Todavía no se comprende si las leyes de la Física lo permiten o no. Se presume que la forma de lograrlo es ‘inyectándole’ materia exótica al agujero, de la misma manera que un compresor infla un neumático. Pero hay diversos problemas. Recordemos que estos agujeros serían inconmensurablemente pequeños: intentar inyectar por ejemplo una partícula del tamaño de un electrón en ellos, sería como intentar introducir el planeta Tierra en una copa. También debemos recordar que se desvanecerían casi instantáneamente, a tal punto que quizá sea imposible controlarlos. Para entender el comportamiento de la espuma cuántica, hace falta una Teoría de la Gravedad Cuántica, que combine la Cuántica con la Relatividad. Hasta la fecha no existe tal teoría.
Pero entonces, ¿existe algún otro modo de crear un agujero de gusano, solamente a partir de la Relatividad, y sin meternos en problemas cuánticos? Sí y no. Si intentáramos desgarrar de alguna manera el espaciotiempo, para obtener dos agujeros y luego unirlos, esto implicaría la formación, al menos momentánea, de una singularidad en el lugar de desgarro. Y las singularidades sólo pueden ser comprendidas por la hasta ahora inexistente Teoría de Gravedad Cuántica.
Cuando parecía que no había escapatoria, apareció Robert Geroch, en 1966, para demostrar que sí es posible crear un agujero de gusano de un modo totalmente ajeno a la Cuántica y sus problemas. Pero al mismo tiempo, su método traería nuevas dificultades. Geroch encontró que la única forma de lograrlo es que, durante la construcción, además del espacio el tiempo también se retuerza. En otras palabras, la maquinaria empleada para construir el agujero debe distorsionar el tiempo tan violentamente que ella misma acabará viajando hacia atrás en el tiempo, así como hacia adelante. Es decir, para construir un agujero de gusano sin desgarrar el espacio, es necesario que la maquinaria empleada funcione brevemente como máquina del tiempo. Hasta la fecha, nadie tiene la menor idea de cómo lograr algo así.
Hemos visto las arduas dificultades de la estabilización y construcción de los agujeros de gusano, ¡y eso que son las máquinas del tiempo menos problemáticas! Sin embargo, existen otro tipo de dificultades… en el momento en que los agujeros están funcionando. El físico William Hiscock se dio cuenta de que las fluctuaciones energéticas del vacío, de las que estuvimos hablando, podrían acumularse hasta el infinito dentro del agujero y así destruirlo. ¿Cómo? Supongamos que las dos bocas se están alejando la una con respecto a la otra, a velocidades muy altas. Por ahora, el agujero de gusano no es una máquina del tiempo, ya que la dilatación del tiempo entre las bocas es relativa, no absoluta. Sólo cuando una de ellas da la vuelta se origina la CTC. Para entender por qué, debemos recordar la Paradoja de los Gemelos: hasta que un gemelo no de la vuelta y vuelva a la Tierra, no tendrá sentido preguntar quién es más joven y quién más viejo.
Si tienes dificultades con el párrafo anterior, no te preocupes y sigue leyendo tranquilo, pero retén esto: el agujero de gusano se convierte en una máquina del tiempo en el momento exacto en que una de las bocas frena y da la vuelta. En ese instante, las fluctuaciones del vacío que salen por la boca que está en la Tierra, viajan a la velocidad de la luz hasta la boca que está volviendo. Al ingresar por ella, acaban emergiendo por la boca que aguarda en la Tierra, a través del agujero de gusano, en el pasado; más precisamente en el mismo instante en que habían partido. Esto hace que las fluctuaciones se acumulen sobre sí mismas en un círculo vicioso, hasta alcanzar una intensidad infinita, lo que da como resultado el colapso del agujero de gusano.
El debate sobre si esto sucedería en realidad o no, está muy abierto. En particular, porque entender este proceso requiere, otra vez, una Teoría Cuántica de la Gravedad. Pero lo interesante de esto, es que parece como si las leyes de la Física intentaran destruir toda máquina del tiempo justo antes de que pueda ser utilizada, quizá resguardando el universo de posibles paradojas, como conjeturaba Stephen Hawking.
Representación artística del interior de un agujero de gusano.
Pero además de los agujeros de gusano, posteriormente los físicos han encontrado otros fenómenos que podrían ser utilizados como máquina del tiempo, aunque en su mayoría requieren situaciones extremas o improbables. Por ejemplo, en 1991 el físico Richard Gott descubrió que sería posible viajar al pasado mediante el empleo de cuerdas cósmicas, unos fenómenos hipotéticos predichos por el Modelo Estándar de la física de partículas. Las cuerdas cósmicas no tienen nada que ver con la Teoría de Cuerdas, Supercuerdas, o similares. ¿Qué son, entonces? Son filamentos muy densos, escasos en el universo, que habrían surgido en los primeros instantes luego del Big Bang, como consecuencia del repentino enfriamiento.
Las cuerdas cósmicas no pueden tener extremos: o bien forman bucles, o bien se extienden por todo el universo. En sus cercanías, deforman el espacio de un modo tal que hacen que las trayectorias se acorten. Imaginemos que desde la Tierra hasta Plutón se extiende una cuerda cósmica: un observador que viajase en sus inmediaciones, y a una velocidad suficientemente alta, podría llegar a Plutón incluso antes que un rayo de luz propagándose por una trayectoria normal. Esto quiere decir que ese observador podría mirar hacia atrás y verse a él mismo antes de partir, pues la luz aún no lo habría alcanzado. Sin embargo, esto no sería ninguna máquina del tiempo, sino sólo una trayectoria acortada, que permite ganarle la carrera a la luz y observar estos curiosos fenómenos. Gott se dio cuenta de que si existieran dos cuerdas cósmicas paralelas, moviéndose una con respecto a otra, a velocidades muy próximas a la de la luz, sí sería posible viajar al pasado. Si un observador viajase bordeando una de las cuerdas, para luego retornar a través de la segunda, debería poder llegar al punto de comienzo, y encontrarse con alguien que está a punto de partir: efectivamente, él mismo en el pasado.
Empero, Gott era consciente de que encontrar una cuerda cósmica en el universo sería más difícil que hallar una moneda en todo el Sahara. Y todavía más improbable, si son dos cuerdas moviéndose a velocidades relativistas una con respecto a la otra. Por el momento, las máquinas del tiempo más viables, o mejor dicho, menos inalcanzables, parecen ser las que emplean algún tipo de agujero de gusano. Cuando Hawking publicó en 1991 su Conjetura de la Protección Cronológica, argumentó que si no es la acumulación estrepitosa de fluctuaciones, será algún otro fenómeno no tenido en cuenta el que destruya las máquinas del tiempo, como si la Naturaleza las aborreciese. Con su característico humor, mencionó que esta conjetura “haría seguro el universo para los historiadores”. Pero algunos años después, cambió su manera de pensar: ahora no sostiene que las leyes de la Física confabulen para impedir el viaje en el tiempo; más bien que no lo hacen práctico.
Esto nos lleva a retomar una pregunta que hicimos al comienzo del artículo: si las leyes de la Física contemplan la posibilidad de viajar en el tiempo, aunque quizá no sea práctico, ¿pero, qué clase de universo es el nuestro? Aún nos aguardan muchos misterios por descubrir, que hoy el ser humano ni siquiera llega a entrever. Hace un siglo, nadie hubiera imaginado que la gravedad puede distorsionar el tiempo, o que el universo haya comenzado en una singularidad, en la que toda la materia –incluida la que forma nuestro cuerpo y todas las cosas que nos rodean– estaba infinitamente condensada. El siguiente gran paso que daremos como civilización, ocurrirá cuando se desarrolle una Teoría Cuántica de la Gravedad eficaz. ¿Por qué es tan importante una teoría así? En palabras de Thorne:
Probablemente más pronto antes que más tarde, algunos físicos intuitivos descubrirán y desvelarán las leyes de la gravedad cuántica y todos sus íntimos detalles. Con estas leyes de la gravedad cuántica a mano, podremos concebir exactamente cómo nació el espacio-tiempo de nuestro Universo, cómo surgió de la espuma cuántica de la singularidad del big bang. Podremos conocer con seguridad si tiene significado o es absurda la tan planteada pregunta: «¿Qué había antes del big bang?». Podremos conocer con seguridad si la espuma cuántica produce múltiples universos con facilidad, y los detalles completos de cómo se destruye el espacio-tiempo en la singularidad del corazón de un agujero negro o del big crunch, y cómo y si y dónde el espacio es creado de nuevo. Y podremos conocer si las leyes de la gravedad cuántica permiten o prohíben las máquinas del tiempo. ¿Deben autodestruirse siempre las máquinas del tiempo en el momento en que empiezan a funcionar?
En este preciso instante, mientras el lector contempla estas líneas, multitud de físicos están investigando sobre estas cuestiones, hallando nuevas soluciones para las ecuaciones de la Relatividad, develando sigilosos misterios del universo, e inscribiendo una nueva página en la historia del conocimiento humano. La respuesta para la pregunta ¿son prácticas las máquinas del tiempo? llegará un día cualquiera; quizá no hoy mismo, quizá sí mañana.
Con este artículo, esta serie sobre el tiempo culmina. La próxima entrada estará dedicada a sacar algunas conclusiones y principalmente a formular preguntas, en relación a los aspectos más importantes de todo que estuvimos hablando a lo largo de la serie. Será hasta entonces.
(Nota: si este artículo te resultó interesante, recuerda que puedes leer también, si aún no lo hiciste, las dos partes anteriores: Los problemas filosóficos del viaje en el tiempo y Análisis de las paradojas del viaje en el tiempo).
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