Júpiter vuelve a estar de protagonista en los círculos astronómicos gracias al impacto que recibió en su superficie, probablemente un cometa. Siempre se ha creído que la presencia de Júpiter es un seguro para nuestro planeta, actuando como escudo protector de posibles cometas o restos de cometas, pero, ¿cuánto tiene esto de realidad?
De haber sido en la Tierra la colisión, exactamente 15 años después del impacto de los restos del cometa Shoemaker-Levy 9, la vida en nuestro planeta se hubiera visto muy, muy afectada. De hecho, la cicatriz formada a causa del impacto alcanza ya más extensión que lo que ocupa el Océano Pacífico.
En el Sistema Solar hay dos tipos de cometas, los cercanos y los lejanos. Curiosamente, ambos tipos vienen (seguramente en su totalidad) de la misma zona, el llamado Cinturón de Kuiper, en el que podemos encontrar de todo. Es una corona circular que se extiende desde las 30 a las 50 unidades astronómicas (distancia del sol a la Tierra) desde el Sol. Los cometas de periodo corto son cometas que quedaron atrapados en su periplo espacial por el campo gravitacional de Júpiter, el grandullón del Sistema Solar, y formaron en conjunto lo que se conoce como JFC, Familia de Cometas de Júpiter, 349 cometas de periodo orbital inferior a 20 años.
Y dentro de esta familia tenemos a los Centauros, unos planetoides helados situados entre Júpiter y Neptuno, y que son los más peligrosos ya que sus órbitas son inestables, aunque están muy lejos de la nuestra.
Un grupo de científicos puso en duda la creencia de que Júpiter actúa como nuestro hermano mayor, protegiéndonos, ya que eso se basaba en los movimientos celestes de los cometas de periodos largos. Así que crearon un simulador que seguía el movimiento de 100.000 Centauros a lo largo de 10 millones de años. Se hizo cinco veces. Una con Júpiter, una sin Júpiter, y otras tres con planetas del 25, 50 y 75% de la masa de Júpiter.
Curiosamente, los resultados entre que haya Júpiter o no eran muy parecidos, pero al usar resultados intermedios, las probabilidades de ser alcanzados por un Centauro aumentaban una barbaridad. Si no hubiera atracción gravitatoria de ningún planeta, no cambiaría la órbita de los Centauros y estas no se cruzarían con la de la Tierra. Al estar la de Júpiter, la atracción gravitatoria es tan grande que no corremos peligro. Pero de ser del tamaño de Saturno, la atracción gravitatoria sería parecida a la que haría falta para cambiar fatídicamente (para nosotros) la órbita de los Centauros.
Así que, por muy bonito que nos parezca, Saturno es peor que Júpiter.
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