Mucho Marte, mucho planeta rojo, pero el hermano de la Tierra siempre será Venus, al menos en lo que al Sistema Solar se refiere, ya que por tamaño, masa y composición es el planeta que más se asemeja a nuestro hogar.
Venus es el segundo planeta del Sistema Solar, de los ocho que lo componen (atrás quedaron esos tiempos añorables en los que Plutón estaba al final de la serie) y el más caluroso, hecho curioso teniendo en cuenta que está a más o menos el doble de distancia del Sol que Mercurio. Esto es así debido a su densa atmósfera, que crea dentro de ella, en la superficie del planeta, una presión 90 veces superior a la de la Tierra, para hacernos una idea, la presión que sufriríamos de meternos un kilómetro hacia abajo en el mar… Seguro que vosotros también estáis notando ese dolor de oídos tan característico.
Además, si eres de los que te pones enfermo con la emisión de CO2 a la atmósfera y el efecto invernadero y todo eso, amas y odias a Venus a la vez. Lo odias porque es la personificación del efecto invernadero, de ahí que la temperatura en el planeta sea de 460ºC en el ecuador, y lo amas porque te sirve para poner el ejemplo apocalíptico de lo que sería la Tierra si expulsaramos CO2 durante, qué sé yo, varios millones de años.
Además, después de la Luna, es el cuerpo celeste que más brilla en el cielo de noche, y el único, junto a la mencionada Luna y el Sol que puede ser visto durante el día (lo del Sol estaba bastante claro, ¿verdad?). Esta es la razón de que Venus se conoce desde tiempos prehistóricos.
El día de Venus dura 243 días terrestres, pero de un modo muy curioso ya que su movimiento de rotación es opuesto al del resto de planetas del Sistema Solar, excepto Urano, y un año lo componen 583,92 días terrestres.
Imagen | Wikipedia
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